Verdades Inventadas

Sopla el viento y desesperadamente buscamos de donde agarrarnos. De pronto nos encontramos con dos posibilidades para salvarnos: la posibilidad de la verdad o la posibilidad del valor.

La verdad que se divide en dos clases. La verdad científica que es la que nos hace seres racionales pero que a muchos personajes de la historia no les ha gustado y la han tratado de detener por su indecencia cerebral. Y la verdad ideológica, que podría ser la verdad inventada, la cuál se crea o nace desde las diferentes circunstancias en las que se vive un momento y que cambian conforme va cambiando el tiempo.

El valor es la esencia del instinto en su estado más puro y natural, aquél que no tiene nada de racionalidad y sin embargo nos habla del respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás, el amor propio (uno de mis temas favoritos), la amistad a prueba de adversidad, el compromiso y el esfuerzo, entre muchos otros tan escasos en esta era.

Los valores son la cima de la paz, nos ayudan a sobrevivir las infinitas miserias cotidianas. Los valores nos dan alas, sin ellos seríamos reptiles.

Las verdades inventadas (como la mayoría de la gente que nos rodea hoy en día) son como los relojes antiguos de sol: si no hay nubes, funcionan a la perfección y nos dan la hora exacta. Su objetivo es dominar el cerebro de la gente con el fin de alimentar su orgullo y la anorexia cerebral de los otros (otro de mis temas favoritos). Pero cuidado, si se nubla un poco el cielo, así como el reloj deja de funcionar, estas verdades también.

Al final del día, construye más una verdad con valor aunque parezca débil, que una verdad inventada. Sirve más un valor optimista, que una verdad represiva. Mejores seres humanos son los verdaderos, que los inventados.

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